Siempre he creído que en realidad todo empieza en Septiembre. Este es el verdadero mes de inicio, el mes en que todo empieza de nuevo, el mes en que se estrenan libros de texto, mochilas y madrugones.
Para mi es una buena ocasión para hacer limpieza: del espacio de trabajo, de los pensamientos inútiles, las agendas y las redes sociales. La limpieza física es un excelente ejercicio para la limpieza mental. De repente me inunda la necesidad de vaciar, de eliminar y desterrar a todo lo que no me aporta nada y que ha ocupado un espacio en mi pequeño cosmos.
He llegado a la conclusión de que necesito más espacio, más memoria, mas oxígeno, más tiempo. Realmente es genial poder hacer un “resert” al cerebro. Eliminar todos los programas que ya no utilizamos o que ya no nos funcionan bien, como hacemos con el móvil, eliminar protocolos adquiridos con el tiempo que nos atrapan en una inercia vital hasta convertirnos en algo parecido a un autómata.
Limpiar entorno, limpiar recuerdos, limpiar inercias, limpiar prejuicios, miedos. Limpiar el alma de montones de capas de polvo y volver a lucir radiante, ligera y transparente, ofreciendo al mundo la mejor versión de mi misma, la auténtica, la real… mi esencia.
Todo empieza a fluir y todo es relativo, cuanto más suelto, más libre me siento para vivir y conseguir todo aquello que de verdad me importa.
Soltar, seguir…